Los tiempos de crisis sacan a menudo lo mejor de cada uno, como señalan los expertos, que además definen varias perspectivas desde las que se puede vivir la adversidad. Si se vive desde el crecimiento personal y el equilibrio, entonces las personas se sienten afortunadas de lo que tienen, agradecidas, salen de su cascarón, son solidarias y ayudan a los demás, día a día.
Muchos participantes del proyecto Lanzaderas tienen esto muy claro: «El que confía aprende, y el que aprende, aporta», es uno de sus lemas y médula espinal de un método de trabajo innovador centrado en el desarrollo de la inteligencia emocional con un fin imprescindible: conocerse mejor y confiar en uno mismo.
Este reportaje no podría haberse escrito así hace unos meses, cuando echaron a andar las cinco lanzaderas financiadas por el Ayuntamiento de Valladolid con 127.000 euros, de la mano de la Fundación Santa María La Real.
Hace cinco meses, Carmen Arroyo, de 49 años, diseñadora, escaparatista y ahora artesana, era incapaz de comunicarse con los demás y de expresar su creatividad, explica: «Encerrada en mi caparazón, llevaba 17 años trabajando sola, y eso te hace muy egoísta; me había olvidado de trabajar en equipo». María Gómez, una ingeniera técnico agrícola de 55 años, era retraída: «Me costaba mucho expresar lo que sentía y ahora me atrevo más a más cosas, a decir, hablar… No tengo nada que perder, hay que intentarlo todo, con arrojo». Esa transformación, «no te voy a decir que es como la de una mariposa, pero casi», añade María.
«Yo era una persona completamente gris, si no es por esto yo hubiera seguido en el hoyo», apostilla Carmen desde una videollamada en la que hablamos a tres bandas. Y del color gris del hoyo, a desplegar todos los colores… «Eso es, de gusano, a capullo y de capullo, a mariposa», dicen. Risas… «Éramos unas 'capullas' cuando empezamos en Lanzaderas, cohibidas, perdidas. Y pensábamos… Vaya rollo esto del crecimiento personal».
Y ahí, desde el primer momento, entra en juego el papel de los técnicos, que enseñan, comparten, lideran los grupos y son capaces de abrir ese caparazón cohibido. A base de tesón, empeño y mucha formación en trabajo social y en disciplinas que ponen a la persona en el centro del aprendizaje, Ana López, responsable de la Lanzadera Senior, ha dibujado un arcoíris real y concreto con la luz de un grupo que ya respra un aire nuevo.
«Esta última semana de teletrabajo», señala Ana, «nos ha venido a todos fenomenal porque hemos compartido, sentimientos, sensaciones, ánimo y desánimo en los días de quedarnos en casa que están siendo duros». Y, además, se han comunicado con herramientas digitales que tampoco utilizaban antes. «Es otra de las claves, perder el miedo a las herramientas digitales para acceder de nuevo al mercado laboral. Pero incluso algunos se cuestionan las prisas a la hora de encontrar un trabajo inmediato; también profundizamos en la toma de decisiones».Y no sólo el cuándo sino también el cómo y el qué. María dice que ahora es mucho más reflexiva. Quiere trabajar en empresas que tengan que ver con el medio ambiente y que sean sostenibles; hasta ahora no había contemplado ese propósito. Carmen, además de seguir con su oficio de escaparatista, quiere ser sombrerera, diseñar sus propios sombreros, y de hecho la pantalla del móvil ha delatado su pasión: no ha parado de coser una tela de saco reciclada y teñida de azul mientras hemos hablado.
A lo mejor esta actitud tan práctica se debe al propio método de aprendizaje. «En todo momento hay que tener un plan de acción y aprendemos también a gestionar mejor el tiempo. Nuestro método es muy concreto, de bajar al terreno, muy práctico. Por eso se aborda cada día de un modo distinto y compartimos mucha risa y momentos de romperse. Pero lo de menos es venirse abajo, lo importante es cómo te levantas», explican los técnicos.
Para echar el pie de nuevo, el apoyo mutuo y los vínculos son imprescindibles. «Esta última semana siento que a este grupo lo voy a necesitar toda la vida. La ayuda por parte de todos ha sido brutal», dice Carmen.
Han aprendido a valorarse a sí mismos y a los demás. De hecho ahora empieza un camino nuevo, pero esta vez ya no es en solitario. Estarán juntos para buscar trabajo y para afrontar la vida. «Hemos hecho un grupo para seguir en contacto y tendremos que quedar para ir a los bares y tendremos muchas cañas pendientes y saldrán proyectos nuevos, seguro».
El 60% de las personas que participan en Lanzaderas ha encontrado trabajo, pero el «ADN de este proyecto innovador es más cualitativo que cuantitativo, porque incide en la transformación de las personas», señalan los responsables.
(Artículo publicado en El Norte de Castilla el 30 de marzo de 2020 en las páginas de Economia en la sección 'Innovación y Desarrollo Económico en Valladolid', elaborada por la Agencia de Innovación y Desarrollo Económico del Ayuntamiento de Valladolid).