Sonia Pérez Andrés, vallisoletana de 33 años, dice que es muy lanzada pero que tuvo miedo cuando le ofrecieron su primer puesto de responsabilidad. «Con 22 años, yo era muy novata». Una frase de su abuela la sacó del apuro: «Tienes que arriesgarte, el que no arriesga, no pasa la mar». Desde entonces, sigue arriesgando y, sobre todo, aprendiendo y ahorrando. Dio el salto hace dos años y montó su propio negocio en Parquesol. «Lo mejor que he hecho en mi vida», asegura. «Se lo aconsejo a todo el mundo, montar algo pequeño, no hace falta que sea exagerado».
–¿Cómo fue su aventura como emprendedora?
Empecé en la peluquería con 16 años… Me empezó a gustar y a gustar…, y la verdad es que he tenido suerte porque nunca me ha faltado trabajo. Siempre quise tener mi propio negocio pero lo veía imposible.
–¿Por qué?
Por la economía. Fue cuando empezó la crisis, subieron el IVA al 21% en el sector. Todo el mundo se quejaba. Los propios jefes estaban desanimados… Hasta que con el tiempo me decidí. Fui ahorrando año a año y dije: 'Ahora es el momento'.
–¿Cómo fueron los primeros pasos?
Después del grado medio, empecé de aprendiz en una peluquería en el centro, poco antes de los 18 años. Primero los fines de semana y luego todos los días. Estuve tres años. Aprendí muchísimo, por cierto… Sobre todo a tratar a la gente, a atender bien al cliente. Pero a los siete meses me cansé de lavar cabezas y le pedí a mi jefa que me cambiara de 'champunier' a 'colorista'.
–¿Siempre con ganas de aprender?
Sí, la verdad es que es así desde que empecé este oficio que ahora es mi vida. Luego me ofrecieron ser encargada en un centro de belleza, pero tengo que confesar que tenía miedo, porque yo era una novatilla. Así que le pregunté a mi abuela, que había tenido toda su vida una tienda de ultramarinos. Y me dijo: 'Sonia, tienes que arriesgarte, el que no arriesga, no pasa la mar'. Y en ese trabajo empecé a ser más independiente, con 22 años…
–Hasta los 31, que da el salto…
Sí, como llevaba yo todo y veía que podía hacerlo me entró el remusguillo de montarme por mi cuenta. Estuve en otras dos empresas y ya di el salto a los 31 años. Muy convencida… Capitalicé el paro y mis padres me apoyaron muchísimo.
–¿Y el apoyo para empresas de nueva creación del Ayuntamiento de Valladolid?
Me vino genial, porque aunque ya había echado a andar el negocio, siempre necesitas mejorarlo, cambiar las luces, pagar la reforma, por ejemplo, comprar producto nuevo y dar más servicio.
–¿Qué aconsejaría a alguien que quiere empezar con un pequeño negocio?
Que no tenga miedo; es otro ciclo de tu vida. Si funcion, bien, y si no, siempre se puede dar un paso atrás. Realmente eres una trabajadora autónoma. En vez de trabajar para un jefe, trabajas para 'Ruperta', quees la caja. Hace falta tener mucha cabeza y no gastar más de lo que tienes; yo ahorro mucho. Creo que es lo mejor que he hecho en mi vida. Estoy muy feliz con mi negocio
–¿Lo que más feliz le hace?
Tratar con la gente. Para mí la peluquería es hacer feliz a la gente porque hay muchas personas que se ven mal y si les pones guapas se encuentran mejor. Las peluqueras somos un poco psicólogas.
–¿Se desahogan los clientes?
Mucho. Quitas mucho estrés. Muchas personas vienen todas la semanas. Se sientan en el sillón. Tú les pones la mano en la cabeza y sin preguntar te empiezan a contar. Es muy bonito. Te haces amigo. Creas como una gran familia. Realmente conoces su vida con todo el detalle a lo largo de los años.
–O sea que hay que conocer otras técnicas, no sólo las de cuidar el pelo…
La técnica de querer a la gente. Es verdad, de quererla. Creemos que la gente es una hucha que sólo tiene que dar dinero. Y no… Siempre aprendes del trato con los demás, de lo que piensan. Te ayudan muchas veces, te apoyan… Ahora mismo con la pandemia… Si el cliente es fiel está contigo a muerte. Y si te puede ayudar, te ayuda.
–Hay muchos oficios que han brillado estos días al sustentar el día a día.
Es verdad, y los valoramos muy poco. Y en realidad son los que nos sacan adelante… Mira el papel de los enfermeros, sin quitar el valor del médico…; tenderos, panaderos, transportistas… los agricultores, sin ellos no comeríamos.
–Y a los peluqueros, esperándoles como agua de mayo…
Cuando salió lo de la cita previa, en día y medio tuve una lista de espera de 100 personas. No me lo podía creer. Tuve un estrés tremendo porque no tenía preparada la peluquería. Me recorrí todas las farmacias del barrio buscando como loca mascarillas, pantallas, hidrogeles, alcohol, guantes y el teléfono no dejaba de sonar… Había poco producto y el termómetro lo tuve que pedir por internet.
(Entrevista publicada el 14 de junio de 2020 por El Norte de Castilla en sus páginas de Economía, sección 'Innovación y Desarrollo Económico en Valladolid', realizada por la Agencia de Innovación y Desarrollo Económico del Ayuntamiento de Valladolid)